Jamás podré acostumbrarme...

martes, 6 de julio de 2010

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Porque así lo quiso Dios
tu final se adelantó
creí que siempre estarías.
Y fue tan rápido tu adiós
que la boca me dejó
tantas frases perdidas.

Aunque ya no estés aquí
tal vez me puedas oír.

Un segundo matador
en recuerdos convirtió
lo que yo más quería.
El ayer se hizo hoy
y el futuro se paró
al ver tu cama vacía.

Aunque ya no estés aquí
tal vez me puedas oír.

Por mucho que pase
jamás podré acostumbrarme
te llevo tan dentro de mí.
No puedo olvidarte
te veo en todas partes
cuanto me cuesta vivir sin ti.

Tu presencia resistió
los ataques del reloj
y sigue aquí todavía.
Te ganaste el corazón
de todo el que te conoció
con esa dulce sonrisa.

Aunque ya no estés aquí
tal vez me puedas oír.

Por mucho que pase
jamás podré acostumbrarme
te llevo tan dentro de mí.
No puedo olvidarte
te veo en todas partes
cuanto me cuesta vivir.

Por mucho que pase
jamás podré acostumbrarme
te llevo tan dentro de mí.
No puedo olvidarte
te veo en todas partes
cuanto me cuesta vivir sin ti.

Silencio por favor, gräciaaaaaaaaaaaas

jueves, 1 de julio de 2010

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Me da mucha rabia viajar a Barcelona en el AVE cuando va lleno de gente, principalmente porque parece una sucursal móvil de la bolsa con ejecutivos hablando por teléfono a un ritmo frenético y dando gritos por doquier. Además, da igual en que clase viajes, porque hoy por ejemplo voy en Club y es exactamente igual que cuando voy en Turista. A ver si aprenden de los alemanes, que tienen coches para ir en silencio, y no con esta oficina móvil rodante. Un dia me llamó la atención como uno de éstos individuos a un celular pegado, se quejaba de que habia un grupo de adolescentes en el coche y que hacían mucho ruido. ¡Si te pudieras ver, criaturita!

No se porqué, además, la mayoría de ejecutivos o lo que sean estos señores con corbata y pelo engominado a lo Mario Conde, tienen cara de bastante cretinos y se comportan, evidentemente, como tales. El de la otra ventanilla, por ejemplo, a la legua se vé que da asco, si yo fuese la chica del catering le hubiera descargado muy alegremente la cafetera entera en el cogote. No solo es incapaz de sonreir y mostrarse amable con quien le está sirviendo la comida, sino que toda su conversación con la tripulante se ha limitado a monosilabos mientras no dejaba de mirar su teléfono movil, a traves del cual, evidentemente, ha hecho unas cuantas llamadas de las que hemos constatado lo bién que se lleva con Ezkárate, lo vagos que son los de contabilidad, o el menú de su comida con los norteamericanos.

También me ha hecho mucha gracia siempre, en las empresas medianamente grandes, esa distinción entre “los de logistica”, “los de informática”, “los de comercial”, pero sin duda alguna soy fan absoluto de las recepcionistas-telefonistas. No concibo aún, como es posible que, a éstas alturas de la vida, aún llames por teléfono a algún sitio y te conteste alguna teleoperadora con ese típico deje y antipatía que tantas veces ha sido imitado. Cuando llamas al Radio taxi de Valencia, sale una grabación de una mujer que dice, con total desgana: “Bienvenido a Radio Taxi. En breve atenderemos su llamada. Gräciaaaaaaaaaaaaaaaas”. Nunca he contado que, una vez, trabajé en un supermercado, y la chica de la megafonia, que se llamaba Raquel, cuando reclamaba mi presencia por los altavoces al son de “Señor Rodríguez acuda a caja central, gräciaaaaaaaaas”. Ese “Gräciaaaaaaaaaas”, me recuerda poderosamente a este sketch.