El domingo me fuí al ultimo concierto de Miguel Rios en Madrid. Ya había estado en el de Granada, y de hecho no compré la entrada hasta el viernes, pero la verdad es que me apetecía repetir la experiencia y finalmente lo hice, de lo que no me arrepiento en absoluto.
Según la crítica de El País de el dia anterior, la mayoría del público era cuarentón o cincuentón, y de hecho así era el domingo también, aunque algún que otro jovenzuelo si que se veía. De hecho, a nuestro lado se situó uno que, como diria Patri, ¡Ay, omá, que rico!. Y eso que no era muy de mi tipo, pero vaya achuchón que tenía el menda, que por cierto, debió ir solo al concierto. A mi perversa mente se le pasó por la cabeza, no pocas veces, lanzarse a decirle algo, pero... al final no ocurrió.
El caso es que, de aquella noche salí con unas ganas de rock y cachondeo increíbles y que mi cuerpo necesita, así que para cuando vuelva a Madrid, espero darme un buen homenaje por ahí (ya que al final, el sábado trabajé y no pude salir como quería). Y por otra parte, me puse a recordar cómo me empezó a gustar Miguel Ríos y el rock en general cuando era canijo.
Todo debió empezar cuando yo tenía ocho o nueve años. Yo era un niño bastante rarito (como ahora, ¿no?), poco sociable, y mientras los demás niños jugaban a las canicas, chapas o la peonza, yo prefería montar en bici, construir carreteras en la arena o montarme autopistas imaginarias en casa y llevar por ellas autobuses de juguete (que aún conservo) y hacer mis propias rutillas. Eso, o jugar con los Playmobil de obras públicas, que también me traían frito. Y de vez en cuando, cuando me cansaba de todo ésto, me daba por ponerme a trastear con los discos de vinilo de mis viejos, y entre ellos habían dos que especialmente me llamaban la atención: “Rock & Rios”, y “El Rock de una noche de verano”, tanto por el continente”como por el contenido. Del primero me llamaban muchísmo la atención las fotos del concierto, y el título y letra de alguna canción como “Año 2000” (hablamos de que era 1990 mas o menos). Del otro la canción que mas me llamaba la atención era “Antinuclear”, que al escucharla me resultaba demasiado ruidosa, pero el mensaje me atraía muchísimo, más en una época en que de vez en cuando aparecían noticias en la tele sobre pruebas de bombas atómicas por parte de algunos países como Francia.
Un poco después recuerdo que me cambiaron bastante los gustos musicales, aunque de vez en cuando seguia pinchando alguno de aquellos discos. Pero, como se dice coloquialmente, la cabra siempre tira para el monte, y con diecisiete o dieciocho años volví a escuchar rock, incluso un poco después le cogí el gusto al rock duro en castellano, con grupos como Mägo de Oz, Saratoga, Tierra Santa o Stravaganzza, que aún hoy sigo escuchando, a pesar de lo cual nunca he olvidado el origen de porqué me gusta éste tipo de música. Por eso, por lo que he disfrutado, y porque al fin y al cabo es una despedida de los escenarios, éstos dos conciertos han sido para mi inolvidables e irrepetibles.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
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