Cuadrilla mariquita al volante

viernes, 1 de marzo de 2013

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Los días de vacaciones avanzan y están llegando a su fin. Éste es el último fin de semana antes de la vuelta al trabajo y espero pasarlo tranquilo después del ajetreo de los dos pasados. Ajetreo, que por supuesto, contaré a continuación.

Todo empezó cuando me propusieron asistir a una concentración de coches clásicos en Tarancón, que se celebra con motivo de una "fiesta años 60" que, por lo visto, es tradición desde hace años. Así que, aunque dudé en principio si ir con el 124 o con la "Siata" (que se ha pasado el año pasado prácticamente entero sin apenas salir). Así que preparé ámbos para pasar la revisión el viernes anterior a la salida, decidiendo cuando llegase el momento a cuál de los dos me iba a llevar tanto a la revisión como a la concentración.

Finalmente, pensé que lo mas práctico, tanto por la distancia a recorrer, como porque quería llevar la Siata la semana siguiente a Classicauto, era ir a Tarancón con el 124. Así que le pasé la revisión y lo dejamos todo listo para ir allá.


Pero, entre tanto, apareció un plan anexo a éste de la mano de mi amigo Iñaki. De él no he hablado hasta ahora aquí porque realmente le conozco de hace muy poco tiempo, me escribió un mensaje a través de una página de contactos hace unas semanas, cuando ya estaba de vacaciones en casa, comentándome que él tenía un 2CV y que le encantaba mi escarabajo. Así que unos días después nos conocimos y me invitó a ir con él y otro amigo suyo, Alejandro, a una concentración de 2CV que había en Segovia el dia siguiente de la concentración de Tarancón.

Así que, en principio, el plan era ir a Tarancón en 124, y al dia siguiente a Segovia en su 2CV. Como la salida de Tarancón era por una fiesta "vintage", opté por rebuscar por el armario algo que pudiera dar el pego, ya que no tengo nada sesentero en el armario, quedando al final un poco "chófer", pero bueno, algo es algo.


El caso es que al final, por unas cosas u otras, el plan de Tarancón no pudimos llevarlo a cabo, así que a pesar de estar "disfrazado" para la ocasión no fuimos, aunque sí que dimos un paseo con el 124. A la vuelta a Madrid, paramos en el garaje de Iñaki y aprovechamos para inmortalizar nuestros dos aparatos de motor juntos.


Así que, el domingo, nos dispusimos a ir los tres a Segovia con el pequeño 2CV de Iñaki. Nunca había subido a un dos caballos y la verdad que es un coche muy gracioso y que corre mas de lo que pudiera pensar (aunque no deja de ser un cascarrio). Y es muy comodo, aunque uno no deja de tener la sensación de estar subido en una pequeña "lata de sardinas" con ruedas cuando aquello se pone en marcha. Subimos el Puerto de Navacerrada y bajamos hacia Segovia por las siete revueltas, como ya hicieramos Miguel y yo hace años con la Siata. Una vez alli, hicimos un par de rutas, visitamos un picadero (de caballos) y unas ruinas para después ir a comer a Hontoria. Y terminada la comida, vuelta a Navacerrada (pueblo) para recoger el 124 y regresar a casa, subiendo nuevamente por el Puerto.

Obligada foto de nuestra salida a Segovia

De vuelta a casa, la semana siguiente transcurrió relativamente tranquila, aunque tuve que subir varias veces a Madrid a hacer varios recados. Además, aproveché para pasar la ITV a la Siata, de cara a poderla llevar a Classicauto, que se celebraba el fin de semana. Y, como años anteriores, recibía la visita de mis amigos malagueños aficionados a los coches, con la excepción de Víctor que está de Erasmus en Alemania y que, lógicamente, no pudo venir.

También como en años anteriores, nuestro "planning" pasaba por ir a la feria en coche clásico, y tras ésta, dar un paseo por Madrid para después, cenar en el centro, o bien en casa. Así, además de con Fernando y Ángel venidos de Málaga, pasamos el día con Diego, que por fin se ha hecho con un 124, Alejandro e Iñaki con su 2CV, y mi amigo Javi.

Normalmente somos un poco desastre para las fotos de grupo. No están todos los que son, ni son todos los que están. 
Tras la feria, y como es tradición, recorrimos un par de veces de arriba a abajo la Gran Vía con nuestra particular "comitiva", además de adentrarnos (un poquito) por las calles del ambiente gay de Chueca, donde la gente lógicamente flipaba con el paso de nuestros tres zarrios por aquellas estrechas calles.


De vuelta a casa, nos organizamos para hacer una cena rápida y coger rápido la cama porque el día fue muy largo y aún faltaba el domingo. Teníamos previsto, como también es costumbre, acudir a la concentración de Navalcarnero, pero como también es tradición... ¡nos dormirmos!. Así que optamos por un desayuno tranquilo, unos pocos paseos por la urbanización con alguno de mis coches, como por ejemplo el Land Rover, que no sé que tiene que cada vez le gusta a mas gente, a pesar de que no deja de ser otro cascarrio... ¡muy grande!


Pero la segunda parte del domingo incluía otra visita a Madrid, para que Ángel le comprase a Diego un veterano Ford Escort del año ochenta y poco. Así que allí volvimos toda la cuadrilla con nuestros venerables "zarrios", aunque no puedo negar que el regreso, ya de madrugada, a casa, resultó ciertamente agotador, ya que fueron muchas horas conduciendo aparatos que están muy lejos de la perfecta comodidad de su conductor.

Así que, con la satisfacción de haberlo pasado genial y haber contribuido a que mis amigos también lo pasara bien, terminó un fin de semana frenético. Realmente me sorprende cada vez mas la tremenda "cuadrilla" que estamos formando de chicos gays aficionados a los coches y que, poco a poco, va creciendo para satisfacción de todos, aunque estemos un tanto "dispersos" por la geografía (porque, como en la foto de arriba, ni estamos todos los que somos, ni somos todos los que estamos).  La gracia de ésto es que, además, pensábamos que eramos pequeñas excepciones en un mundo donde predominan "machotes", "franquistas" y homófobos y resulta que, al final, como en el resto de ámbitos de la sociedad, somos muchos mas de lo que parecía. Todo era cuestión de encontrarse.