Cuarta regla para mecánicos gays: ¿Puede ir a peor la cosa? ¡Por supuesto!

lunes, 14 de septiembre de 2009

 

Mientras por la mañana sudaba como un cerdo con la dichosa avería en ruta del Land Rover, por la tarde cogí un Ave rumbo a Barcelona, a ver si por fín conseguia cerrar dignamente las vacaciones que, realmente, ya habían terminado. Así, el plan era pasar jueves, viernes y sábado en Barcelona, y el domingo temprano volver a casa para, por la noche, ir al concierto de Despistaos en Illescas.

Pero como digo, si algo puede ir peor, ¡irá a peor!. El viernes, volvía de hacer unas fotos al Teco de Comsa, cuando me dirigía a recoger a mi amigo Hugo a la parada de Metro de Hospital de Bellvitge. La cosa es que llegué muy correctamente al lugar, pero no encontré la boca de metro, así que en el exterior del hospital, en un parking improvisado de tierra, aparqué mientras buscaba en el gps la localización de la boca de Metro. Sí, habéis leido bien: un parking de tierra. La segunda entrega de éste culebrón sinfín lo dije bien claro: los coches no son para los caminos. Y añado hoy: ni para los parkings de tierra.

Al salir de dicho parking, mi recien estrenado cárter chocó con un hierro retorcido clavado en una generosa base de hormigón, perfectamente disimulado entre la tierra del parking. Y sí, nuevamente, otro cárter roto. Los trescientos y pico euros que me gasté la semana anterior se esfumaron en escasos segundos. Pero tal vez toda esta racha de mala suerte comenzó a remitir en el mismo momento en que volví a joder el coche.

Allí estaba yo, tirado, un viernes por la noche, sin medio de locomoción, a 600 km de mi casa, y teniendo que trabajar el lunes siguiente. ¿Jodido el tema, eh?. Pues mientras mi cerebro buscaba una solución a todo este desaguisado, un hombre que pasó por all rumbo al hospital empezó a hablar conmigo, dado que el surco de aceite que dejé en el parking era impresionante. Resulta que el hombre era mecánico y me ofreció intentar arreglar el coche el sábado si conseguia llevarlo en la grua a su taller, que estaba en un pueblo cerca de Martorell, algo retirado de donde me encontraba, pero al menos ¡era una solución!. Podía tener el coche arreglado en un plazo muy razonable y terminar por fin mis vacaciones. Así que llevé el coche con la grúa allí, vino Hugo a recogerme con su coche, y abusando nuevamente de su hospitalidad dormí en su casa.

Al día siguiente, después de comer, subimos nuevamente a aquel pueblo (¿Masquefa?) a recoger el coche ya reparado y con unos pocos billetes preparados en la cartera, pues en ésta ocasión la broma subió a 410 euros por haberse estropeado la campana de absorción de aceite de dentro del cárter. El boquete que se hizo en el cárter fué de órdago, pues debia tener como 2 o 3 centímetros de diámetro.

Lo que quedó de sábado lo pasé preparando mi excursión a Francia y dí un par de vueltas con Hugo en el Metro, fuí a la casa de mi amigo Luis a recoger su bici plegable que me prestó generosamente para mi excursión del dia siguiente, y, ya de madrugada, salí rumbo a Port la Nouvelle, pero eso ya es otra historia.

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