Tercera regla para mecánicos gays (y conductores en general): Si sacas el coche, llena el depósito

sábado, 12 de septiembre de 2009

 

Lo cierto es que mis dias de vacaciones se me acabaron muy pronto. Demasiado. El día que tuve que recoger mis bártulos del bungalow (el mismo dia que a los yogurines porreros vinieron a recogerles sus papás y mamás) la verdad que no me podía creer lo rápido que se habian pasado esos dias. El taller del Sr. Esteve me arregĺó el coche bastante rápido, aunque me costó 350 euros la broma. Así que no me quedó otra que rascarme el bolsillo y, terminado mi periodo en el camping, abusar de la confianza de mis amigos catalanes e instalarme en su casa unos dias.

Otro de los problemas de tener tan pocas vacaciones, es que no pude satisfacer a todo el mundo, y de hecho hubo dos personas a las que no tuve tiempo de visitar y ni siquiera de llamar, así que en otra ocasión tendré que dedicarles en exclusiva una visita a Barcelona. Y ellos tendrán todo el derecho del mundo a darme un par de collejas o azotes por haber estado en su ciudad y no haberles avisado. Lo siento de veras pero...

Pero no había terminado de descargar la maleta en la casa de Hugo cuando casi me tuve que ir. Ciertamente, llegué el sábado, y yo contaba con que los favores que últimamente le hice a mi jefe tendrían la modesta recompensa de dejarme dos o tres dias libres después de mis vacaciones, pero no fué así. Una llamada el domingo por la mañana, camino de Montserrat, me avisó de que debía estar en Cuenca a las 6.00 del Lunes. Así que la solución mas rápida y que mejor se me presentó, fué irme en Ave y dejar mi coche allí, y al final de la semana volver y terminar las vacaciones mas o menos en condiciones.

Pasé los dias de curro y justo antes de volver a Barcelona, me dispuse a llevar el Land Rover al taller, para ver si por fín le paso la revisión y puedo disfrutarlo algo. Así que yo, muy valiente, cogí con un amigo y nos dispusimos a llevarlo al pueblo de al lado, al taller mas cercano, circulando con él por una carretera provincial bastante transitada, a pesar de que circulabamos, digamos, documentalmente incompletos. Llegado al punto mas jodido del trayecto, el dichoso aparato empezó a pegar tirones y decidió que de allí no se iba a mover. Y al final, se paró en medio de la carretera. Todo parecía indicar que se había quedado sin gasoil, pero lo cierto es que marcaba casi un cuarto del depósito. Lo aparté como pude, fuimos a por gasoil a la gasolinera, pero ni con esas. Al final hubo que llamar a una grua para rescatarlo, broma que me costó cien euros, mas lo que cueste arreglarlo, que vaya usté a saber por cuanto sale la bromita.

Los duendes de la mecánica, desde luego, no parecían estar muy de mi parte. Algo que pude confirmar apenas 24 horas después.

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