Quinta y última regla para mecánicos gays: Apreta bien los tornillos de los bajos

martes, 15 de septiembre de 2009

 

Último capitulo de mi particular periplo de desgracias automovilísticas veraniegas. Me da la sensación releyendo lo ya escrito que no he sabido expresar como a mi me gustaría estas aventurillas estivales (no estaré inspirado), pero en cualquier caso, hoy va ésta última parte.

Contaba en el capítulo anterior que mi idea inicial de cerrar las vacaciones era pasar unos dias en Barcelona y regresar a casa. Pero lo cierto es que éstando allí, se me pasó por la cabeza la idea de ir a hacer fotos al único Talgo III que queda circulando, el Barcelona-Montpellier. Y de hecho, mi idea inicial era pillarlo por allí, cerca de Barcelona, pero no sé como llegó la idea de pasar al otro lado de la frontera y cascarle foto con locomotora francesa... Así, decidí aprovechar un dia para ir a Francia a costa de pasarlo con mis amigos Hugo y Luis que, además, tenían que trabajar.

La segunda rotura del cárter mandó a tomar por culo el planning inicial, y en lugar de pasar el sábado en Francia, tuve que hacerlo el domingo, y del tirón, llegar hasta Toledo, pues al dia siguiente trabajaba. El lugar que escogí tras buscar por internet fué Port la Nouvelle (buscaba una foto como ésta)

El viaje de ida no tuvo complicación, llegué facilmente al lugar que tenia echado el ojo de madrugada. Dormí unas horas en el coche y durante todo el dia me pegué una increible panzada de bicicleta plegable (cortesía de Luis, ¡gracias!) canal arriba, canal abajo, junto a la via, lejos de ella... Conseguí alguna foto muy parecida a la del link de arriba de ése mismo tren, porque para el Talgo III la luz desde allí no pillaba bien. El caso es que encontré un lugar decente, y además del Talgo pillé éste TGV Dúplex.

Cuando mis piernas dijeron que ya no podían mas, cerca de las seis de la tarde (desde las ocho de la mañana montado en la bici, y hacía como 6 o 7 años que no montaba), recogí mis bártulos y me dispuse a pegarme 900 km en coche. Cogí el peaje hasta la frontera en Leucate (previa parada para cazar otro TGV y un Corail) un domingo, 30 de Agosto, en plena operación retorno.

A pesar de todo, el tráfico era muy fluido y se podía ir a 130 km/h, que era la velocidad máxima de la autopista. Habían muchísimos coches españoles, y adelantando a uno de ellos, un Volkswagen Passat negro, escuché perfectamente, pues llevaba las ventanas abiertas, un ruido como si alguien hubiera tirado algo voluminoso a la calzada y lo hubiera pillado. Al ver que el Passat de inmediato se apartó al arcén, pensé que sería algun problema suyo, pero a medida que avanzaban los kilómetros, iba pensando que, visto lo visto, podía tratarse de alguna pieza de mi desvencijado coche. Así que en la primera salida a una via de servicio paré y, en efecto, los pronósticos fueron certeros: la talonera derecha ya no estaba. Habia salido volando y, como para buscarla ahora.

La parte restante del coche, mi equipaje, y yo seguimos viaje rumbo a casa. Una vez que lo aparqué dentro de casa, me bajé, saqué mi equipaje, y paré el coche jurándome a mi mismo hacerle una buena revisión antes de volver a cogerlo. O empezar a creer en seres divinos y rezarles para que cualquier dia no se me desmonte en ruta.

A pesar de todo mis vacaciones han sido de puta madre. Moltes gràcies al Marc i la seva família, al Hugo i al Luis, sense l'ajuda d'ells encara seguiria llençat qui sap on, intentant resoldre tots aquests problemes.


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