Días de frio y... ¿felicidad?

miércoles, 12 de enero de 2011

 

Bueno, ya va siendo hora de escribir la primera entrada del año, y si bien es cierto que estoy pendiente de la llegada del tablet que me he comprado para darle un empujón al blog esté donde esté, no deja de ser cierto que éstos dias no han sido muy allá y puede que el video que publiqué el otro dia sea un fiel reflejo de ello.

Me decía mi querido amigo Páez, después de una rápida visión del video, que parece que mi año haya consistido en gatos y coches... lo cual no es cierto pero se parece. Mi año ha consistido en trabajo, trabajo, y trabajo. Si, de mi tiempo libre, restamos aquellos periodos de tiempo en que la explotación laboral ha dado una cierta tregua para dormir (al menos, y casi habría que dar gracias), lo que queda son los minutos en que he malgastado frente al ordenador agitando vaya usted a saber qué cosa, o los ratos que he salido por ahí con mis coches. Y es que, éstas palabras que a priori no me gustaron de mi amigo, sí que han servido para darme cuenta de que las salidas con los coches antiguos, los ratos con mis gatos, o ir por ahí con mis amigos ha sido de las pocas satisfacciones personales que 2010 me ha dejado. Un poco triste, ¿no?

Siempre he sido muy poco dado a hablar del trabajo en el blog porque, seguro que hay gente que lo lee que no debería leerlo, y además en éstos tiempos que corren echar pestes de tu trabajo cuando hay en el paro cuatro millones de personas, puede no quedar muy ético. Y hoy, voy a hacerlo, porque cuando mis amigos y conocidos me preguntan qué me pasa (porque ven que algo me pasa) siempre digo que estoy de bajón, o que estoy agobiado del trabajo, y aunque por ahí vayan los tiros, quiero intentar expresarlo adecuadamente.

Mi tristeza, ansiedad, angustia, y/o agotamiento no tienen mas origen que uno: la empresa para la que trabajo. Por supuesto que la causa de ésto no es mi oficio, profesión que amo profundamente y a la que siempre soñé dedicarme. Esta empresa, a la que tengo muchas cosas que agradecer de tiempos pasados, es la que ha tomado las riendas de mi vida y juega como y cuando quiere con mi tiempo personal: no es que dedique un tiempo a trabajar y tenga una gran parte del dia de descanso, la empresa, en mi caso y en el de muchos otros compañeros, se ha hecho dueña de mi disponibilidad horaria al completo desamparo de la legislación laboral, que nos ha dejado en un limbo olvidado. Y yo puedo aguantar una temporada de apretura de trabajo, de descansar poco, o de hacer horas extras, pero después de casi un año de trabajar sin parar mi cuerpo y mi mente están diciendo basta. Alguno se sorprenderá o creerá que estoy de guasa, pero no: para hacer compras, para ir al dentista, al taller, o al médico, uno tiene que avisar para que le pongan dia de descanso para poder hacer esas cosas que cualquiera de vosotros podéis hacer al salir del trabajo o antes de entrar. Y eso por no hablar de las veces en que he salido de casa un lunes a las seis de la mañana y he regresado un viernes por la noche o un sábado por la mañana. Para que os hagáis una idea, la semana de Navidad, y la de Reyes, fueron así.

Así que, si ya de por sí la Navidad no me agrada, la añoranza de quienes por primera vez no está aquí, junto con el agotamiento al que estoy llegando, es lo que ha causado éstos dias tristes y aburridos que he pasado y que se están prolongando en el tiempo. Tiempo que espero que pase lo más rapidamente posible hasta que se cumpla el sueño que lleva rondando mi cabeza muchos dias, semanas e incluso meses: el dia de mi baja voluntaria de la empresa.

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