En mi antiguo blog hablé muchas veces de lo incómodo que me siento cuando, espontáneamente, surge ese peculiar "juego de miraditas" con algún desconocido. Aunque tal vez la palabra no sea incómodo, sino "raro". Incómodo es cuando éste intercambio de miradas ocurre con alguien que te provoca flaccidez en lugar de erección. Me resulta raro cuando el que está al otro lado me gusta porque no sé muy bien qué hay que hacer después, si esque hay que hacer algo, que yo entiendo que sí, porque si no te gustase al que miras, no le mirarias.
La cuestión es que el otro dia, en el Cercanías, un hermoso ejemplar yogurin post-adolescente de ojos azulados no dejaba de quitarme el ojo. Me recordó un poco a la situación que viví hace un par de años en la inauguración del tranvía de Aravaca y Boadilla, cuando un joven imberbe no solo no me quitaba el ojo de encima sino que encima me preguntó un par de cosas muy estúpidas, tipo "¿tienes hora?". Y yo, lerdo de mi, fui incapaz de llevar la conversación un puntito mas allá. Aquel melenitas marchó campo a través mientras yo me quedé con mi calentura y mi amargura dando vueltas en el tranvía.
El ojitos azules del Cercanías parecia un poco mas joven que el del tranvía, pero tenia lo que con algunos amigos llamo "cara de malo", de hecho, yo creo que si le guiño el ojo me arrea dos ostias. Pero por otra parte, no entiendo qué puede llevar a un chaval hetero mirar tan fijamente a los ojos a un pive como yo que, además, llevaba ese dia una barba de varios dias bastante poco atractiva (a lo mejor era eso, que estaba horrible). Pero como en todas las historias de éste tipo, el tren llegó a su destino, nos bajamos, y desaparecimos por caminos distintos. Tal vez la próxima...
Crónica de Micro Abierto Libertad 8 (990) 19/11/2024.
Hace 12 horas
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