Drugs, sex and rock & roll (1)

viernes, 19 de febrero de 2010

 

La primera vez que conocí, de primera mano, que la gente tomaba drogas, yo estaba en séptimo u octavo de EGB. Iba a casa de un compañero de clase a hacer un trabajo, y por la calle me crucé con dos individuos con aspecto bastante zarrapastroso (palabro cortesia de Miguel) que hablaban de que se iban a ir a fumarse unos porros. Nosotros crecimos con campañas en la tele como aquella en la que un pive se metía un gusano por la nariz, o por las calles se veían lemas como aquel "engánchate a la vida". De ahí que, lo de fumarse un porro, a mi me pareciera algo superhipermegachungo y desatase mi alarma. Yo corrí despavorido para alejarme de aquellos individuos.

En el colegio, o en el instituto, jamás volví a tener conocimiento de que nadie de los alli presentes se drogase, ni mucho menos en mi circulo de amigos. Fué cuando llegué a la FP, el dia de la presentación, me llegué a preguntar en qué sitio me habia metido después de que unas filas mas adelante se sentara un tio con un lapicero traspasándole la oreja, otro no pasase ni de coña un control de metales por la cantidad de hierro que llevaba en su piel, el compañero de la derecha de mi mesa apestase a porros mientras que el de la izquierda me preguntaba si yo, los fines de semana, tomaba "pastis". El curso comenzó y, durante aquellos dos años en el turno de la tarde pude ver como la gente algún dia se fumaba un porro, o el Neng de Leganés contaba algún fin de semana el fiestón que se habia dado con las "pastis". Lo mas raro que llegué a ver, no fué en el instituto, sino en el autobús de vuelta, cuando me pareció que un pive (no mucho mayor que yo) se habia metido una raya esfinando directamente de la tapiceria del autobús.

Pasó el tiempo, acabé la FP, empecé a trabajar, y todo este mundo seguia alejado de mí y de mi entorno. Pasaron mas años, cambié de trabajo, y fué cuando me mudé a Málaga cuando cambió por completo mi percepción. Conocí a un pive que vivia unas calles mas allá de la mia (después de semanas y semanas intentando conocer alguien de aquel pueblo), y me invitó una tarde a ir a su casa a tomar un café con unos amigos. Y yo me guardé mi timidez y vergüenza en el bolsillo, y con dos cojones me fui allá. Y cuando se abrió la puerta de su casa, me encontre con una escena muy almodovariana: un sofa, una bandera gay gigante en la pared, una puerta con una cortinilla de mariquitas (insecto), una niebla tipica londinense, y sentados en otro sofá una perfecta mariquita loca y un perfecto bollerón machorro cada uno con un porro como un brazo de gitano.

Aquellos individuos parece ser que no conocían mas gays que las locazas o los super amanerados, y dudaron en no pocas ocasiones de que me gustasen los tios. Yo llegué un momento en que empecé a pasar de aquello visto que, muy sanos, no estaban. Aguanté como un campeón toda la tarde con ellos mientras fumaban porros uno tras otro, fuimos a cenar, cenamos, y después me llevaron a la casa de la hermana de alguien donde había mas gente que fumaban mas y mas porros. ¡Lo que tiene que aguantar uno! pensé al llegar a mi casa. Pero lo peor estaba aún por llegar, y eso lo contaré mañana.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

yo solo he conocido a alguien que se drograra. Porros y pastis, y la verdad es que muchas ganas de estar con el cuando estaba así no quedaban.

Un beso cielo